SAN LUIS BELTRÁN fue un Presbítero entre los años 1526-1581. En Colombia se le profesa gran devoción y lo consideran como su gran apóstol, el que les llevó la fe en Jesucristo. El Siglo de Oro de España produjo una pléyade de santos y sabios. Entre los primeros se cuenta el santo que hoy celebramos.
Nació en Valencia el 1 de enero de 1526, en la plenitud del reinado de Carlos V. Su padre era notario del reino de Valencia y gozaba de gran prestigio en la ciudad del Turia. Luis había recibido el temperamento aventurero y divertido de su tiempo. Es muy amigo de las lecturas y le cala cuanto lee. Trata de imitar lo que oye y lo que lee. Era normal que recibiera una digna educación como correspondía a su rango. Sus padres no escatiman medios para que su hijo se forme en la ciencia y en la virtud.
Emulando lo que poco antes -unos años nada más- hicieran dos hermanitos -Teresa y Rodrigo- pero sin conocer el hecho, nuestro protagonista sale de casa y quiere marchar hacia Santiago de Compostela, ya que ha oído que hacia aquellas tierras se dirigen los peregrinos en busca de las gracias del Señor. Igual que a los dos hermanos castellanos le sucede a él: Un familiar, al verlo lejos de casa, le obliga a volver al hogar paterno. La regañina de su padre no le amedrenta, ya que pasados algunos años volverá a las andadas. En esta ocasión no será Santiago como peregrino el fin que se propone, sino el convento de padres dominicos, cuya vida quiere abrazar. Se entera su padre y corre al convento para convencer a los superiores que no admitan a su hijo, ya que su precaria salud no le va a permitir la observancia de la Regla. En esta ocasión también se ve obligado a volver a la casa paterna.
Pasa el tiempo, sigue formándose y rechazando las propuestas de su padre que espera de él un buen matrimonio y la toga de abogado. Otros son los caminos del Señor. Pasados algunos años, de nuevo vuelve al convento sin permiso de su padre. Ya es mayor. El P. Prior -P. Juan Micó- viendo en tanta insistencia la voluntad de Dios, le viste el hábito. Su padre corre al convento pero la insistencia de Luis y de sus mismos superiores que abogan por él, consiguen el consentimiento paterno. Cuando esté para morir aquel testarudo padre, y vea lo feliz que se siente su hijo con el hábito blanco y negro de Domingo de Guzmán, le dirá con sinceridad: «Hijo mío, una de las cosas que en esta vida me ha dado más pena ha sido verte fraile; y lo que hoy más me consuela es que lo seas».
Era el 26 de agosto de 1544 cuando vestía el hábito dominico. A1 año siguiente daría comienzo el célebre Concilio de Trento en el que sus hermanos de hábito tantas energía gastarán en pro de la fe de Jesucristo.
Durante el noviciado pronto dio muestra de su futuro: Se entrega de lleno a su formación, a la oración y a la penitencia. Es el modelo para todos y en todo. Muchos se fijan en él. Es la Regla viviente.
El 1547 tiene la inmensa alegría de ordenarse sacerdote. Le esperan cargos de Prior y Maestro de Novicios recién ordenado sacerdote. Tantas cualidades ven en él los superiores. Trabaja con entrega sin par. Es la admiración de propios y extraños.
Pero en aquel entonces estaban a la orden del día los problemas de Hispano-América y hacia allá embarca en Sevilla el año 1562. Todavía falta un año para que se acabe el Concilio de Trento.
Nueva Granada como se llamaba entonces a la actual Colombia será su campo de acción. La divina Providencia le tenía allá deparado un amplio campo. Lo que allá trabajó es indecible. Agotado, vuelve a España y vuela al cielo el 9 de octubre de 1581 en brazos de San Juan de Ribera que era familiar suyo.
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